sábado, 10 de enero de 2009
Lo que necesitaba…
No sabía si el viento soplaba tu pelo o tu pelo a las hojas de los árboles. Si tu boca avivaba y agitaba mi corazón o viceversa. Y tampoco sé si fue por los casi 33ª de Buenos Aires a las 8 de la noche, pero habría jurado estar en presencia del miedo de tenerte y perderte a la vez. Las hojas, revoltosas, perdieron su fe en Dios ese viernes.
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