Me había olvidado de lo que tenía en las manos. No se si fue por el movimiento continuo del tren, o porque a esa altura ya estaba convencido de la baja calidad de la excusa.
Los primeros pasos me dieron la libertad de un césped mojado en un barrio de provincia; esos lugares en los que las veredas solo se distinguen por el cordón de cemento…y el césped siempre húmedo.
Le toqué el timbre y salió casi instantáneamente, con ese pelo que siempre tiene algo nuevo para decirme; casi siempre cosas buenas, otras no me dejan respirar.
Papillon se dio cuenta con solo mirarme que lo que le había llevado era arena en los zapatos…soplar los panaderos…
La acompañé a dejar una carta en la casa de un amigo, o en realidad a otro lado. El pasto se acababa y me apresuré a cruzar la calle. Un auto pasó y me impidió seguir caminando. Quedé abajo del cordón, mirándola. Ella quedó parada en el césped…-cada vez más verde, más húmedo-…mirándome, tan cerca, detenida y fugazmente.
Imposible saber quien se acercó primero, difícil describir sus labios… ¿como un almíbar quizás?...Nos besamos. “Sos un poema, Sole”, pensé…
Un poema que habla sobre un chico que no entiende por qué mira al cielo…
Que no quiere ver la hora nunca más…